En estudiantes de bajo nivel socioeconómico, el aprendizaje escolar se ve perjudicado directamente por importantes limitaciones fisiológicas que normalmente acompañan a la pobreza, así como por la evaluación de baja calidad del aprendizaje individual. La escasez de recursos y el hacinamiento de las residencias producen déficits nutricionales, de sueño y de ejercicios que dificultan el aprendizaje a través de mecanismos fisiológicos conocidos pero poco considerado en el entorno escolar. El hacinamiento en las aulas, por otro lado, afecta a la evaluación fiable del aprendizaje individual. Los objetivos esenciales de una nueva educación, capaz de reducir de forma efectiva la brecha entre ricos y pobres, deben incluir la optimización de los horarios escolares mediante la reducción de la duración de las clases en favor de regímenes optimizados de siestas, ejercicios y comidas. También es crucial avanzar en evaluaciones automáticas y frecuentes del rendimiento individual, para motivar intervenciones fisiológicas basadas en el déficit específico del estudiante. Estas intervenciones se pueden aplicar y combinar minutos después de la detección del déficit para mejorar positivamente el aprendizaje. De la misma forma que la agricultura ecológica promueve la rotación inteligente de cultivos y entradas, necesitamos construir un nuevo modelo de «educación ecológica » en la que los estudiantes puedan ciclar a través de diferentes etapas de la adquisición y consolidación de la memoria, reduciendo el hacinamiento de aulas sin costes adicionales, y potencialmente contribuyendo a nivelar gradientes educativos en todo el planeta.